No sólo porque los aforos de los sitios de los banquetes son limitados, sino porque la duplicación de invitados encarece excesivamente el evento por mucho dinero que tengamos, hay que tomar en cuenta cuantos serán los invitados. Además cuanta mayor número, más complicada se hace la organización y más quebraderos de cabeza dará. Por estos motivos casi siempre hay que establecer un número máximo de invitados. Pero el primer objetivo es la limitación. Y si se supone dejar fuera a alguien, algunos, se pueden sentir ofendidos, por lo que la astucia y la prudencia deben entrar en juego en este capítulo.
Hay cuatro grupos que no fallan como la familia, amigos, compañeros de trabajo y los de compromisos. De este último grupo no se puede recortar demasiado, así que son fijos. La familia, salvo la directa, muy allegada y querida por ambos novios. Para delimitar y de paso no invitar a quien no se desea invitar, puede marcarse una medida como sólo hasta el segundo grado de consanguinidad, o los de la misma localidad, o a partir de cierta edad -para evitar una tropa de niños o adolescentes. Sin excepciones para no crear exclusiones.
De los amigos, puede filtrarse por los que se tiene menos trato, grado de confianza o amistad. Pero este apartado es tan subjetivo que seguro que generará importantes dudas para elegir. Y sin olvidar a los que se auto invitan, para los que hay que plantearle bien las cosas cuanto antes para no crear malentendidos.
A los compañeros de trabajo es complicado filtrarlos, pero podemos elegir a los del mismo departamento u oficina, sin olvidar nunca al jefe que puede estar muy resentido de no ser invitado. Si bien siempre hay jefes antipáticos a los que está justificado no invitarles por no tener asegurado disminuir la alegría del día.
Hay que tener respecto previsto para los invitados foráneos, o respecto de todos los invitados si la boda se celebra en un sitio alejado, el alojamiento para el día antes y/o el día después de la boda.